NO ES UN ADIOS
PREÁMBULO
Después de la muerte de mi padre en el año 1962, mi hermano Arquímedes representó para mí, la continuidad de papá, la autoridad, el respeto, la consideración, la unión familiar, la imagen de un líder en la familia. Muchos fueron los momentos de crisis y desavenencias que tuvimos, sin embargo, nunca se perdió el respeto y el cariño que nos profesamos. El temperamento dominante que lo caracterizaba es herencia de mi madre, sin embargo, no utilizó ese don para dominar o maltratar, sino, para enseñar y corregir los errores que cometimos.
Supo asumir el rol del líder familiar cuando más se necesitó. Nunca estuvo ausente en los momentos de crisis o dificultades del grupo familiar. Veló por la salud de mis padres y hermanos y por la unión entre nosotros. Fue un padre ejemplar en su grupo familiar, correcto en su proceder y estricto en hacer cumplir las normas establecidas. Tuvo una fuerte convicción en lo que hacía y decía. Mantuvo muy claros objetivos en la vida y supo como lograrlos. Fue modelo en su proceder y no aceptaba alteraciones ni interferencias en lo que hacia y decía. Siempre asumió el control de su vida y la de su familia. Cuando el peso de los años debilitó sus fuerzas físicas sintió la necesidad de ceder las riendas a sus descendientes hasta que el 24 de Julio de 2019 a sus 92 años de edad inició su camino al mundo de la eternidad.
Muchas veces cuidamos un árbol, no tanto para que de frutos sino para recibir su sombra y sentirnos protegido. Cuando el árbol cae por el peso de los años, nos sentimos triste al perder su sombra y sentirnos desprotegido.
NO ES UN ADIÓS
Después de mis padres, mis hermanos constituyen el don más preciado que me dio la vida. Con ellos crecí y aprendí a compartir alegrías y tristezas, momentos de dificultades y tiempos de felicidad. Somos uno solo en otra piel, en otra voz. La misma sangre corre por nuestras venas que nos hace ser uno solo toda la vida. Somos de corazón distinto pero el mismo amor lo llevamos dentro por aquel árbol que nos dio la vida y nos entregó su sombra. Su ausencia será mi ausencia, su silencio lo sentiré en el alma.
Arquímedes, hermano llegaste aquí hace ya mucho tiempo, iniciaste tu camino con los pies descalzos. Creciste de la mano de quienes con amor te dieron la vida e iluminaron tu sendero, de aquellos que una vez estuvieron y hoy no están presente, de quienes retornaron y te dejaron la huella imborrable de la herencia para prolongar la vida. Recorriste tu camino guiado por valores y creencias y por todo aquello que decidiste crear cada minuto de tu existencia. Encontraste algunas espinas al caminar pero jamás fueron obstáculos porque en la misma rama creció la flor te que brindó una razón para seguir.
Tuviste hijos y con ellos perpetuaste la huella de tus pasos. Caminaste a su lado un largo trecho, los amaste y los guiaste hasta donde tus ojos te permitieron ver. Sembraste un árbol que te dio paz y sombra en los ratos de pausa. Abriste una ventana al pasado y un legado al mañana de todo cuanto hiciste o dejaste de hacer, de tus alegrías y tristezas, de tus errores y tus aciertos; y todo cuanto humanamente pudiste hacer para brindar felicidad a tus seres queridos.
Hermano, hoy ya no estás aquí, estás de retorno al mundo de la eternidad, caminarás sobre las nubes hacia donde no existe tiempo ni espacio. Allí estarás nuevamente con los que ayer se fueron. No es un adiós, porque seguirás existiendo en todos aquellos donde dejaste una parte de ti.
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