La vejez no es el final de la vida, es una estación más del camino
por recorrer antes de finalizar la existencia del ser humano. Es la culminación
de los atractivos físicos de la juventud y el nacimiento del ser espiritual. Es
la estación otoñal del camino cuando se desnuda el alma para exponer lo más
íntimo de la belleza del ser humano. Es el inicio de un nuevo tiempo más fresco
y sereno, lleno de paz y tranquilidad. momento para recuperar fuerzas, trazar
nuevos rumbos y continuar la marcha.
La vejez es tiempo libre, tiempo para recordar sin quedarse atrás,
tiempo de florecer de nuevo sin esperar el fruto, de amar con razones y sin
pasiones. Tiempo útil para crear y enseñar, para dar y perdonar. Tiempo de
renovar la fe y la esperanza, de llorar a los que se fueron y de alegrarse
por los que vendrán. Tiempo para encontrarse y estrechar la mano de una vieja
amistad, de mirar las fotos y aquellas cartas que un día guardaron con tanto
amor, de hojear las páginas de aquel libro que tanto nos enseñó; tiempo de estar
a solas para desnudar el cuerpo y allí, en silencio, mirar las huellas que el
mismo tiempo nos dejó.
La vejez es parte del
camino que tendremos que recorrer antes de que se oculte el sol. En esta parte
del sendero nuestro caminar se hará lento y cansado, tal vez, nos veremos
obligado hacer un alto en el andar y permanecer solo temporalmente para
reflexionar sobre lo hecho y por hacer, para administrar los recursos que una
vida entera nos ha permitido adquirir y volver la vista atrás para ver la senda
que nunca se ha de volver a pisar. Quizás, una mirada superficial a esta etapa
de la vida podría sumergirnos en una soledad irremediable y absoluta, sin
embargo, si analizamos con mayor profundidad este momento, nos daremos cuenta
que es el supremo encuentro con uno mismo y si contabilizamos nuestras fuerzas,
podemos mirar atrás para encontrar en el propio ejemplo, la razón de seguir,
porque, aunque te parezca que concluye algo, aún sigue sin embargo.
Quienes se sintieron
solos y abandonados en esta estación del camino, añorando el pasado, llorando
las pérdidas, culpándose de lo que hicieron y dejaron de hacer; el tiempo
restante será vacío, tiempo para enfermarse y esperar la muerte. En cambio,
para aquellos que perciben esta parada como una pausa en el andar, es momento
de recobrar energías y continuar la marcha: adquiriendo logros, sembrando
realidades y legando experiencias, porque nunca es demasiado tarde para
encontrar lo bueno en uno mismo, pues la vida nace en nuestro mundo
interior.
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