Naciste como nacemos todos, apoyados en dos columnas hechas de carne y hueso, pero también de emociones y pensamientos que edifican nuestros sentimientos.
Durante tu niñez una columna se derrumbó, ante la pérdida y el dolor que sentiste, en forma obsesiva el cuerpo fortaleciste para reponer la columna ausente. Pasaron los años y tu masa corporal crecía. Hiciste de tu cuerpo una fortaleza física para compensar la pérdida que sentías. Levantaste una muralla con tu filosofía para ocultar tus heridas y evitar nuevas lesiones que percibías.
Anduviste por el mundo consumiendo tiempo, vagando sin apegos por miedo a nuevos sufrimientos, pero cuando llegó el otoño de tu vida te diste cuenta, que la soledad fue tu fiel compañía.
Cuando llegó el momento y encontraste a alguien que brindara calor a tus cobijas frías, comprendiste ese mismo día que los afectos también son nutrimentos. Detuviste las agujas del reloj y quisiste congelar el tiempo, pero nunca te percataste que el amor es entre dos. Cuando aquella brisa pasajera se alejó, una nueva herida en tu vida se abrió, no soportaste la pérdida ni el dolor que ella dejó, porque dedicaste mucho tiempo a construir una columna de carne y hueso, pero carente de sentimientos. Hiciste de ti un gigante con pie de barro, fuerte en la apariencia, frágil en la consistencia.
Hoy la vida ha cobrado tu resistencia al comprender que, cuando el sentimiento duerme la enfermedad despierta.
GIGANTE CON PIE DE BARRO
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