REFLEXIONES EN LA VEJEZ


 

La vejez es una realidad que aspiramos vivir, porque es el espejo del tiempo en el que nos veremos mañana, es el libro cuyas últimas páginas estarán en blanco hasta que tú decidas escribirlas. 

Los años son como el viento que a su paso todo lo borra, dejando solo recuerdos y sentimientos, pero nos deja la magia del pensamiento para andar de nuevo aquellos caminos de viejos tiempos. En tu caminar nunca mires atrás para llorar por lo que hiciste o dejaste de hacer, lo pasado es parte de tu historia y jamás podría cambiarla.

Con el correr de los años, la soledad va arropando nuestras vidas, acortando nuestros pasos y dejando espacios vacíos. Disipar la soledad con recuerdos de viejos tiempos, son solo gotas de lluvias que humedecen nuestro rostro y nos proporcionan cierta sensación de frescura momentánea, pero quedarse perdido en la nostalgia es correr tras el viento con la añoranza de alcanzarlo. 

Quien tiene soledad tiene compañía y tiene fuerzas para llenar de nuevo los espacios vacíos, porque en otoño, de las hojas secas nace una nueva primavera. Quien siente soledad vive del pasado y solo tiene lágrimas para llorar sus espacios vacíos.

El pasar de los años nos acorta el tiempo y la distancia, y a veces nos obliga a permanecer solos, pero una mirada superficial a esta etapa de la vida podría sumergirnos en una sensación de soledad, pero si reflexionamos nos daremos cuenta que es un alto en el camino, que nos permite encontrar en el propio ejemplo la razón para seguir.   

El pasado nunca se ausenta de nuestras vidas, a veces, se hace presente en la música, la lluvia, los recuerdos y nuestros sueños. Vivirlo por un momento es saludable, pero quedarse anclado en el pasado es volver sobre lo que ha sido y ya no es. 

Aprendí con los años, que la vida no dirija mis pasos, porque sería dejarme arrastrar al vacío, caminar sin rumbo cierto sin saber donde llegar. Mi vida me pertenece y hago con ella lo que pienso y lo que siento. Mis errores y mis aciertos son míos, si me equivoco asumo las consecuencias y no siento miedo de caer porque aprendí a levantarme.   

Cuando reflexiono sobre la vida no busco pensar en lo que fui, sino en lo que soy ahora, tampoco en lo que hice o deje de hacer, porque del pasado solo queda el recuerdo de lo que el tiempo se llevó.

 

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