DISCULPA




A través de los años  y la experiencia adquirida, he aprendido que el ensayo y el error es parte de la vida. Equivocarse permite aprender lo que no debe repetirse, sin embargo, a veces tropezamos con la misma piedra.  Ninguna persona está exenta de errores, es un derecho adquirido, sin embargo, reconocerlo y rectificar es propio de la madurez de cada persona y de la actitud que asume ante la vida.

Durante mi existencia he cometido errores, quizás he ocasionado heridas, reconocerlo y rectificar no me ha hecho más sabio pero si más humano y he sentido alivio. La disculpa es una virtud pero también una fortaleza. Cuando reconozco que estoy equivocado, cuando mis palabras han ofendido o cuando siento que he herido, me invade la culpa y la culpa es miedo, miedo a reconocer que he lastimado. Si no hay disculpa se crea un vacío, queda un espacio abierto o algo que no ha concluido. 

El miedo despierta ira, porque es el único mecanismo de defensa que tenemos para luchar o huir.  El miedo es la emoción de las mil caras y tiene muchas formas de disfrazarse.  Cualquier máscara que uses es una forma de ocultar tus miedos. Ofrecer disculpa es dejar atrás el error cometido, es  disipar el miedo  que llevas contigo y aliviar la pena de alguien a quien has herido.



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