PREÁMBULO
Estoy triste la escribí una mañana de estas tantas cuando uno amanece con un dejo de tristeza al notar la ausencia de los seres queridos. Ese día hacía alusión a mi hija mayor Sheila, quien con su grupo familiar se vio obligada abandonar su país. Su partida generó en mi mucha tristeza y dolor, no tan solo por verla marchar sino la incertidumbre de no poder verla nuevamente. Ese momento me hizo revivir la separación que hubo entre nosotros en años anteriores y que dejó huella en mi alma de mucha tristeza y dolor.
Ese día de su partida hacia tierras lejanas sentí que algo se desprendía en mis adentros, pero no podía negarle su libertad de elegir por el bien de su novel familia. Preferí verla feliz en la distancia que sentirla infeliz al lado mío. Jamás pensé que ella se iría, pero cuando hay mal tiempo los pajaros vuelan hacia otros lugares que le de seguridad y cobijo.
Sheila fue mi primera hija, mi primer amor verdadero, amor incondicional, aquel que siempre está contigo a pesar de las diferencias. La amé infinitamente pero la turbulencias del momento no le dió oportunidad de elección, pero nunca dejé de amarla porque fue mi primer amor, algo que llevaba dentro de mi, alguíen que se parecia a mi y que pensé que nada ni nadie podía separarnos. pero me equivoqué, porque nunca pensé que hubiese una fuerza mayor que la mía, que pudiese separarnos, ese es el amor materno, el amor que forma la impronta, el vínculo que nos da el sentido de pertenecia. Yo en su lugar hubiese hecho lo mismo, mi madre primero a pesar del amor hacia mi padre, es algo instintivo, algo que está por encima de toda nuestras fuerzas.
Estoy triste y no sé por qué motivo, serán las circunstancias del
momento o las jugadas del destino. Ó tal vez, la nostalgia de los bellos
tiempos o los recuerdos de tu lejanía. Quizás, por revivir el
dolor cuando te fuiste o la inmensa culpa si te quedaras. O haber preferido
verte feliz en la distancia, que verte infeliz en la cercanía. O bien, verme
sufrir sintiéndote lejos que verte llorar al lado mío.
Te vi nacer y crecer.
Estuve presente en tus tristezas y tus alegrías. Sentí tu ternura cuando
crecías y acompañé tus pasos hasta donde podía. Hoy, cuando te encuentras lejos
y yo al final de mis días, quiero decirte cuanto te quiero por si no lo sabías.
Pensé tenerte cerca en
todo momento y jamás creí que te alejarías, pero hoy comprendo que los pájaros
se alejan cuando hay mal tiempo y pedirte que vuelvas te lastimaría. Tan sólo
te pido que no me olvides porque moriría.
Si notas machas en el
papel, no fue porque escribí bajo la lluvia, sino fue la tristeza que dejó sus
huellas cuando escribía.
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