LETRAS A UNA MADRE AUSENTE




Madre, desde aquí hasta donde te encuentres, allá en la eternidad, enviaré mis palabras de eterno agradecimiento por darme la vida y enseñarme a vivir.

Quiero bendecir: el abrigo y la calidez de tu vientre materno, el día maravilloso cuando me distes la luz, las horas en que tu mano guiaron mi niñez, tu tiempo incansable para enseñarme a crecer, la luz de tus ojos que me iluminaron el camino hasta donde te permitieron ver. Y por último, agradecerte eternamente todo cuanto de ti aprendí.

Aprendí que la vida es lo que yo pienso y hago de ella, que mi camino lo hago al andar y cada paso estará marcado por mis valores, mis enseñanzas y por lo que yo mismo decida crear cada minuto de mi existencia

Aprendí, que nada es eterno como yo quisiera, porque algún día tendremos que despedirnos de los seres queridos: unos, porque se van con retorno y, otros, porque no regresan. Aprendí que cuando esté solo conmigo mismo y revise la historia de mi vida, me daré cuenta todo cuanto hice o dejé de hacer, de mis errores y mis aciertos; todo estará escrito allí, y no podré borrar, aunque quisiera, una parte de lo ya vivido.

Aprendí que al final de la ruta cuando me sienta cansado y sin fuerzas para continuar, debo detener la marcha y antes de que se oculte el sol, mire hacia atrás para darme cuenta, que concluye algo que aún sigue, porque aún queda tiempo para ver los años pasar y la nueva semilla crecer.

A ti madre, mi eterno agradecimiento.


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