El camino de la vida comienza en el vientre materno y termina en el vientre de la madre tierra. El camino se hace al andar con el tiempo y la distancia. Ignoramos cuan largo será el camino que tendremos que recorrer y lo que encontraremos en él, pero debemos continuar hasta el destino final.
Cada milímetro, cada segundo que caminemos estará lleno de vivencias: agradables unas, desagradables otras, pero vivencias al fin; ambas, fortalecen el alma. Las primeras, porque nos dan felicidad y nos premian los logros alcanzados. Las segundas nos enseñan a reflexionar y a rectificar los errores cometidos, para luego continuar la marcha por el camino que hemos elegido.
La vida será lo que tú piensas y haces de ella, el camino lo harás al andar. Todo el trayecto estará marcado por tus valores, por tus enseñanzas y por lo que tú mismo decidas crear cada minuto de tu existencia. Los primeros pasos serán de la mano de quien te dio el ser, luego te acompañarán sus ojos hasta que te pierdas en el horizonte o hasta que el destino les permita ver.
Después de allí estarás solo contigo mismo, con tus emociones y tus razones, con tus recuerdos y esperanzas; y así, día tras día irás llenando las páginas de tu historia, páginas que llevarás siempre contigo donde quieras que estés. Lo que has hecho o has dejado de hacer estará escrito allí, No podrás borrar, aunque quisieras, una hoja de tu historia. Solo, podrás recordar u olvidar, si así lo prefieres, bien para revivir gratos momentos de épocas pasadas o llorar las penas que llevas contigo.
Cuando el correr de los años nos acorte la vista y nos obligue a caminar lento, es necesario hacer un alto en el camino. Y allí en solitario, hacer un balance de lo hecho y por hacer. Quizás, una mirada superficial a esta etapa de la vida podría sumergirnos en la soledad irremediable, pero si analizamos con mayor profundidad este momento de la vida, nos daremos cuenta de que es el supremo encuentro con uno mismo y si contabilizamos nuestras fuerzas, podemos mirar atrás para encontrar en el propio ejemplo la razón de seguir, porque, aunque te parezca que concluye algo, aún sigue.
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