EL NIDO VACÍO



Cuando los hijos se van, la familia queda reducida a los padres, ó tal vez, a uno solo, la madre; cuando ésta ha quedado viuda o divorciada. La ausencia de los hijos crea un vacío en el hogar, un tiempo difícil de ocupar. Un triste silencio baña el ambiente familiar. Las habitaciones permanecen solas, las camas se mantienen tendidas, no hay voces, no hay ruidos, no se oyen las buenas noches ni los buenos días, ni la bendición mamá. Todo está igual, sin nada que ordenar. Las risas y el corretear de la muchachada se han ido, y con ellos la alegría y los amigos. No se escucha nada, tan sólo el diálogo de los esposos ó el monólogo de la mujer, sola con sus pensamientos y sus emociones a la espera de un nuevo día, y así cada día se hace rutina.

La soledad del nido vacío coincide a veces con la llegada de la menopausia, con el luto por la muerte de los padres, con el divorcio, la enfermedad o muerte del marido, otras veces con la jubilación obligatoria. Cuando esta soledad física se une a la soledad moral por desapego a los valores, símbolos, creencias o normas sociales; entonces el impacto emocional puede ocasionar el aislamiento total.

La madurez, la estabilidad emocional, la motivación de logro y la fortaleza espiritual de la mujer son de vital importancia en esto momentos críticos de su vida. Es el momento de analizar los hechos, revisar los logros y trazar nuevos rumbos. Es necesario estimular la energía interior para iniciar la búsqueda de nuevas metas en la vida.

Cuando los hijos se van y el hogar queda vacío, una profunda herida se abre en el corazón de una madre, la ausencia crea dolor y tristeza. La soledad despierta angustia, la sensación de pérdida genera depresión, y es entonces cuando se inician las quejas que se manifiestan como: irritabilidad, sofocos, insomnio, sudoración, fatiga, palpitaciones, tristeza, llanto, pérdida del interés, rabia, sentimiento de culpa, abandono, son éstos algunos de los tantos síntomas que caracterizan al " Síndrome del nido vacío".

La tercera edad en la mujer es un período de tensiones y pérdidas, pérdida del rol materno por la ausencia de los hijos, pérdida de la capacidad reproductora por la llegada de la menopausia, culminación de los atractivos físicos, pérdida del trabajo por la jubilación y pérdida del apoyo afectivo que los padres y el marido muchas veces le dieron. En síntesis, la tercera edad es un período estresante para la mujer por cuanto la debilita haciéndola más frágil y vulnerable a las enfermedades muy a pesar de su autoafirmación y a la madurez alcanzada.

La tercera edad es una estación más en el corto viaje por la vida. Es la estación cuando se despiden a los seres queridos, unos porque se van con retorno y otros porque no regresan. Para algunas mujeres que se sintieron solas y abandonadas, añorando el pasado, llorando las pérdidas, culpándose de lo que hicieron o dejaron de hacer, es tiempo vacío, tiempo para enfermarse y esperar la muerte. En cambio la mujer que percibe esta estación como una pausa en el camino, es tiempo para recobrar energías, contabilizar sus fuerzas, encontrarse consigo mismas y luego continuar la marcha, adquiriendo logros, sembrando realidades y legando experiencias.

Aquellas mujeres que se quedaron varadas en la tercera edad, llorando, viviendo de recuerdos y de añoranzas, presas del terror ante el futuro incierto, serán las que sufrirán irremediablemente el síndrome del nido vacío. Quienes elaboraron sus duelos, cultivaron la soledad para crecer, analizaron sus logros y ordenaron sus mapas de la ruta a seguir, estas mujeres tomaran el timón de su propio destino, continuaran el viaje en su propia compañía y llegarán felices a la parada final.

COMENTARIO

Desde que fui estudiante de medicina, observaba con mucha atención e interés las quejas  que manifestaban algunas mujeres  cuando iniciaban el período de la menopausia. Me percaté que tales síntomas tenían relación directa y proporcional con situaciones conflictivas que habían vivido o estaban viviendo en el ámbito personal, familiar, conyugal o social. 

Al graduarme de médico, continué con la inquietud de estudiar aquellos casos clínicos que sin presentar enfermedad alguna, mantenían una sintomatología que era difícil de explicar con la medicina tradicional, lo cual me motivó a buscar una explicación  en el campo de la psicología médica.  Me entusiasmé con la medicina psicosomática pero para ese momento no existía tal especialidad médica, sin embargo, me mantuve convencido de que muchos síntomas de ciertos trastornos tenían que ver con emociones consciente e inconscientemente reprimidas.

Esta motivación de esclarecer los hechos y descubrir el componente emocional o traumático subyacente que había dado origen a las quejas o síntomas  de estás mujeres en una etapa de su vida, me llevó  a estudiar la carrera de psicología, es por ello, que en la universidad de la Tercera Edad en Valencia estado Carabobo, encontré la oportunidad de realizar los estudios que siempre soñé. 
Estudiar psicología fueron cinco años de una grata experiencia donde pude confirmar mis creencias, nutrirme de conocimientos  y obtener herramientas apropiadas que me permitieron comprender y dar respuesta a los síntomas y signos de muchos pacientes que presentaban una patología de la cual muchas veces no estaba consciente pero que la afectaban desde el punto de vista psíquico, emocional  y muchas veces físico.

Cuando culminé la carrera de psicología, mi inquietud se convirtió en proyecto y elaboré mi  tesis de grado bajo el título  “El Síndrome del Nido Vacío” cuyo tema central trata de los síntomas que manifiestan muchas  mujeres a cierta edad de la vida  cuando los hijos se alejaban del hogar, bien por que formaban un nido aparte, ó porque sus estudios universitarios o trabajo en otra ciudad lejana así lo requería. 

A esta ausencia de los hijos, muchas veces, se le sumaba  la declinación hormonal con la llegada de la menopausia y por consiguiente la pérdida de su capacidad reproductiva. En algunas mujeres, se agregaba el trauma de  la separación conyugal, la jubilación obligatoria y el duelo por la pérdida de los padres. Todos estos acontecimientos, muchas veces, se viven como pérdidas afectivas que incitan a la depresión o sentimiento de soledad, ó bien, a expresarse a través síntomas que no tienen una explicación orgánica y que hoy en día la psiquiatría moderna los llama trastornos psicofisiógicos o psicosomáticos,  que afectan la calidad de vida de la mujer en esta etapa de su existencia.

El nido vacío, es una etapa de la vida que tanto hombres y mujeres pueden sufrir. La ausencia de los hijos, del cónyuge y de los padres; crea un vacío, un estado de soledad que genera temores, muchas veces, somatizados en síntomas o bien en enfermedades reales que reflejan el trauma emocional que se está viviendo. La enfermedad es el reflejo en el cuerpo de un grito en silencio.




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