El reconocimiento es innato en el ser humano, es motivador y nos permite continuar aprendiendo y crecer como persona, pero cuando ese reconocimiento se convierte en una necesidad imperiosa, refleja carencia, miedo al fracaso y subordinación del yo a la opinión de otros, o a la condena.
"Tanto como anhelamos la aprobación, tememos a la condena”. Hans Selye
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