Desde adolescente, me gustaba hacer reflexiones sobre algunos aspectos y acontecimientos vividos. Alguna que otra madrugada despertaba con un pensamiento, una inspiración o una reflexión sobre alguna situación que estaba viviendo o había vivido; inmediatamente, me levantaba de la cama, buscaba una hoja de papel y comenzaba a escribir aquello que pasaba por mi mente. Una vez que había logrado plasmar la idea en el papel, volvía a mi sueño, luego, en horas de la tarde cuando regresaba del liceo revisaba todo cuanto había escrito aquella madrugada y le daba forma al contenido del escrito. Muchos de aquellos papeles se perdieron con el tiempo, muy poco recuerdo las frases escritas en aquellos manuscritos, pero mucho fue el aprendizaje que obtuve y la solución de algunos problemas, que para el momento tenía.En el inicio de mi juventud me dediqué a escribir poesías, en ellas proyectaba un sentimiento hacia algo y hacia alguien que me servía de inspiración, sin embargo, aquellos versos poco llenaban mis sueños o el sentimiento que expresar quería. Posteriormente, en mi madurez temprana, después de haber vivido acontecimientos tristes y sentir el dolor de la soledad afectiva, drené aquellos sentimientos hacia la pintura, en cuyos cuadros plasmaba lo que en el momento sentía. Mis cuadros reflejaban vacío, soledad, tristeza y quietud; propio de la situación que vivía. Recuperado del trauma y superada mi soledad dediqué el tiempo a grabar canciones que me creaban nostalgia y hacían recordar momentos gratos de la vida ya superados.Coleccioné música instrumental para relajarme y bajar los niveles de inestabilidad que quedaron como secuelas de la situación vivida. Escuchar música instrumental me hacía viajar al pasado y al futuro con mucha facilidad, me hacía soñar y despertar con un estado de bienestar físico y mental. Las notas musicales me transportaban a lugares y tiempo donde yo era el protagonista y donde me visualizaba disfrutando de atardeceres, puesta de sol, la brisa del bosque, sonido de la lluvia y de las olas del mar. Todo ello me inyectaba un estado de paz espiritual que me permitía ver el camino con más optimismo y esperanza.Siguiendo esa misma onda de búsqueda de paz y sosiego me dediqué a cultivar y practicar el arte de la meditación. Muchos fueron los libros que leí al respecto para incursionar en esa nueva experiencia a la cual debo hoy día muchos beneficios para mi paz espiritual y emocional. Muchos fueron los logros que obtuve para afrontar con más racionalidad y tolerancia los avatares de la vida por venir.Hoy, en la septuagenaria etapa de mi existencia la dedico a escribir mis memorias y a recoger en ellas todo cuanto viví y sentí. Las experiencias agradables y desagradables que tuve en el transcurso del tiempo, las cuales me permitieron reflexionar sobre los acontecimientos vividos, me dejaron enseñanzas para rectificar errores y me dieron razones para luchar y continuar la marcha.En mis memorias no solo recojo lo ya vivido, sino también, las emociones y las razones que tuve para escribirlas. En ellas plasmo las reflexiones de hechos pasados y presentes que me servirán de luz en el camino que me falta por recorrer.En un momento de reflexión y retrocediendo el tiempo, miré atrás para darme cuenta cuanto camino había recorrido, cuántos momentos vividos que dieron sabor a mi vida. Allí mirando al horizonte concluí entonces que la vida era un camino, con un principio y un final, solo, teníamos que seguir el rumbo que la vida misma nos había señalado. Algunos, llegan felizmente hasta el final, otros no logran continuar y detienen su marcha en una parte del camino, o bien, pierden el rumbo cargados de infelicidad e infortunios.Mis reflexiones tienen como finalidad recopilar en estas páginas, todos aquellos pensamientos, emociones y conductas; que en su momento viví y sentí, o bien, escuché u observé de otras personas: familiares y amigos; quienes vivieron situaciones que perturbaron su juicio y los llevaron a tomar decisiones erradas que más tarde repercutieron en su vida. Estos hechos experimentados en carne propia y en la ajena, me permitieron analizar y sacar conclusiones con el propósito de aprender, corregir rumbos, asumir y enmendar errores propios. Pero también, sirvieron para alentar y orientar aquellos familiares y amigos que perdieron la razón y se dejaron arrastrar por las emociones, asumiendo conductas que los llevaron de fracaso en fracaso.Reflexionar es una práctica que adquirí con la madurez y con la experiencia vivida. No importa cuántos aciertos y desaciertos tuve durante el transcurso del tiempo, lo más importante para mí y quizás para aquellos que lean estas páginas, son las conclusiones y el aprendizaje obtenido que me sirvieron para corregir rumbos y rectificar errores.No necesité ser un ilustrado o superdotado, ni tampoco tener conocimiento extrasensorial para ejercitar la reflexión, solo necesité un momento de silencio en mi mundo interior para escuchar las voces internas y externas que me permitieron analizar lo que sucedía adentro y afuera de mi vida, lo cual me permitió aprender que la vida es lo que tú piensas y haces de ella, que saber escuchar es más importante que saber hablar. Para escuchar es indispensable acallar la mente y dejarse arrastrar por el silencio interior para poder escudriñar en lo más profundo de nuestra conciencia lo que la vida nos quiere decir.
EL CAMINO DE LA REFLEXIÓN
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