TAMAKÚN

Contaba yo 12 años edad cuando escuchaba las aventuras de Tamakun, el vengador errante; un personaje ficticio creado por el escritor y compositor cubano José Obelleiro Carvajal y cuya radionovela se transmitía en Venezuela en los años cincuenta. Desde ese entonces quedó grabado en mi memoria la imagen de aquel héroe de turbante blanco que publicaban en los periódicos de la época. 

Cuenta la historia, que Tamakún fue un príncipe hindú que luchó contra su tío Sakiri, quien había asesinado a sus padres para apoderarse del reino de Sarakardi. Recuperado el reino, Tamakún y sus amigos, decidieron luchar juntos contra la delincuencia en diferentes partes del mundo bajo el eslogan “Donde el peligro amenace, donde la maldad impere, allí estará Tamakún, el vengador errante" 

Para el año de 1955 vivía yo con mis familia en la La Pastora, una zona residencial muy agradable con grandes avenidas, árboles frondosos y viviendas al estilo colonial símbolo de la Caracas de los techos rojos, considerada la puerta de entrada y salida obligatoria de la capital. Nuestra vivienda estaba ubicada a cinco cuadras de la iglesia y de la plaza principal de dicha ciudad. 

Mi estancia en este lugar fue muy agradable, estaba yo en plena adolescencia, edad de los amigos, fiestas, juegos y amoríos. Todos los fines de semana, amigos y amigas en la plaza nos reuníamos, charlar, comer helados  e ir al cine era la intención que teníamos. 

En época de carnaval, presentaban en la plaza teatros para niños en horas vespertinas y en la noche había fiestas de disfraces para adolescentes y adultos. A los adolescentes les estaba permitida la estancia en el lugar hasta la media noche y a los adultos hasta el amanecer. 

Todos los días, durante la semana de carnaval, las orquestas cubanas amenizaban los bailes con el rico cha cha cha y el son de la sonora matancera. A todos los bailes asistía y de Tamakún me disfrazaba, con un turbante blanco y una faja roja en la cintura, igual a la que usaba aquel príncipe, héroe de mi infancia. 

Al llegar la media noche, todos los adolescentes a su hogar tenían que retirarse, porque permanecer en la calle estaba prohibido so pena de ir de detenido, pero como jóvenes al fin, que vivimos más de emociones que de razones, los cuatro amigos en una esquina nos detuvimos, ingerir unos cuantos tragos de licor fue la intención que tuvimos, pero no pasaron diez minutos cuando la policía apareció y a todos juntos a la celda nos llevó. El resto de la noche tras las rejas dormimos y al amanecer a casa nos fuimos. Como era esperarse ante el disgusto de nuestros padres sin chistar el castigo asumimos.