Cerrar determinados
momentos de nuestra vida no es fácil, porque muchas veces al morir la flor
quedan las espinas. Se requiere tiempo para superar el dolor de la pérdida
sufrida y tiempo para experimentar miedo, tristeza o ira, o quizás, sentir
nostalgia por la experiencia vivida.
Estas emociones
necesarias y sentidas son parte de la curación y cicatrización de la herida. La
pérdida no se recupera congelando el tiempo de aquella partida ni tampoco
esparciendo las espinas, ya que los vínculos afectivos son procesos en la vida
que tienen un comienzo y una despedida.
Cierra aquel momento,
que aunque haya sido bueno impide continuar el camino.
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