"Los hijos son el eco que el alma deja en la tierra cuando el cuerpo ya no está." —Autor anónimo
DEDICATORIA
Para nuestros hijos: Sheila, Pablo, Ramón, María Angelica, Yaira, Natacha; con el amor que no conoce tiempo, con la ternura que no se borra, con la certeza de que siempre estaremos aunque sea desde la luz que los acompaña. Este texto es un abrazo eterno.
LETRAS PARA NUESTROS HIJOS
Hay palabras que no se escriben con tinta, sino con la sangre que corre por las venas cuando se ama profundamente. Este prólogo nace de ese amor: el que sentimos por nuestros hijos, por quienes han sido y serán siempre nuestra permanencia en el tiempo.
Ustedes son la semilla que lleva la huella imborrable del tiempo, pero más aún, son el eco de las emociones y razones que alguna vez dejamos en sus corazones. Lo que vivimos juntos no se desvanece: queda grabado en la memoria de la vida, en la eternidad.
No se puede pedir más a la existencia cuando se ha tenido hijos y se les ha amado con cada fibra del ser. Cuando el amor se vuelve una corriente que atraviesa el cuerpo y se instala en lo más profundo del alma. Ese amor que no exige, no reclama, sólo está. Y basta.
Los hemos visto crecer bajo nuestra sombra, unos más cerca, otros más lejos, pero siempre presentes. Los hemos guiado, enseñado, abrazado. Y en cada gesto, hemos intentado sembrar una impronta que los acompañe más allá de mi tiempo.
Ser padre no es solo un vínculo biológico. Es una emoción que trasciende la carne. Los hijos son hijos toda la vida, sin importar la distancia o los años. Y los padres, también lo son por siempre.
Lo hemos visto abrirse caminos que no pudimos recorrer junto a ustedes. Caminantes que quizás no alcancemos a acompañar. Pero sé que estaremos allí, en cada paso, en cada decisión, en cada silencio compartido.
No escribimos estas líneas para justificar lo hecho ni lo no hecho. Todo está escrito ya en la historia que compartimos. Tampoco escribimos para juzgar, sino para decirles cuánto los amamos.
Si alguna vez fallamos, si cometimos errores, sé que solo el amor puede comprender. Nunca hubo intención de herir, sino de proteger, de cuidar, de amar. Ustedes sabrán, cuando sientan el amor de padre o madre, lo que uno hace por sus hijos.
Solo les pedimos que se mantengan unidos, que conserven el amor entre ustedes y hacia la familia. Los bienes materiales pasan, pero los sentimientos permanecen. Y cuando los años pesan, el cariño se vuelve abrigo.
Nunca tuvimos fortuna que repartir. Todo cuanto tuvimos lo entregamos en vida, para su bienestar. Nuestra mayor riqueza fue verlos crecer felices, sentir su amor, y saber que nuestra presencia vive en ustedes.
Cuando estemos lejos, los miraremos a través de la ventana del tiempo. Reiremos con ustedes en sus alegrías, secaremos sus lágrimas en sus tristezas. Allí estaremos. siempre y por siempre.
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