"El perdón es la llave que libera al prisionero, sólo para descubrir que el prisionero eras tú."
Cuando un ser querido te hiere, la tristeza o la ira pueden invadirte, sintiéndote tratado injustamente. Si te aferras al resentimiento, creyendo que así dañas a quien te hirió, solo profundizas tu propia herida.
Perdonar no implica reconciliación ni justificar el daño. Es un acto de liberación personal que alivia tu pena y te permite vivir en paz, sanando tus heridas. El perdón extrae la espina que llevas dentro y calma tu sufrimiento. No perdonar es, en cierto modo, un acto de autoagresión, un rechazo a lidiar con tus propias emociones.
El perdón no beneficia al perdonado, sino a quien perdona, liberando la ira o la tristeza que te embargan. Para una vida plena y sana, elige perdonar.
Epílogo:
Al final, la herida la inflige otro, pero la sanación siempre es una elección propia. Perdonar es el acto valiente de reclamar tu paz y decidir, por fin, dejar de sufrir.
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