PRÓLOGOLa pareidolia es un fenómeno neuro-psicológico mediante el cual las personas perciben formas o contenidos visuales que no existen realmente. Se trata de figuras ambiguas o poco reconocibles que nuestro cerebro trata de darle una forma reconocible, ó bien, darle un sentido a lo que observamos. Es una forma de percepción o ilusión engañosa. Kang Lee, profesor de la universidad de Torondo, explica que ver rostros en objetos inanimados es un síntoma de que nuestras conexiones neurológicas funcionan bien.
REALIDAD O FANTASÍA“La infancia es ese territorio sagrado donde la fantasía no compite con la realidad, sino que la embellece.” — R.B.M.
Mi niñez fue una época dorada, un viaje constante entre la realidad y mis fantasías. No soñaba con riquezas, sino con ser feliz. Ese era mi mayor anhelo, lo que más deseaba. La pobreza material no me hería, ni la tristeza me abatía, pero verme infeliz era mi mayor debilidad: el tendón de Aquiles que me acompañaba.
“El niño sabe distinguir entre pobreza material y pobreza afectiva. La primera no le importa; la segunda le ocasiona una profunda herida, con huellas imborrables que lo marcarán toda la vida.”
Disfruté cada día con plenitud, sin pasado que me pesara ni futuro que me inquietara. Mi mundo eran los juegos, y con ellos, mis fantasías. Estudiar era mi deber, y aunque las carencias materiales eran muchas, la infelicidad no me alcanzaba.
A veces buscaba la soledad para soñar despierto y enriquecer ese mundo interior que me habitaba. Jamás temí estar solo, porque estaba conectado con valores y creencias que me brindaban sentido de pertenencia.
No era devoto ni asistía a la iglesia, pero cuando escuchaba cuentos de fantasmas y muertos que salían por las noches, al acostarme rezaba un Padre Nuestro y tres Ave Marías, como bálsamo para el miedo que me invadía.
Cuando mis padres me reprendían por alguna falta, solía abandonar la casa y esconderme entre las plantas del jardín. Allí pasaba horas descargando mi rabia y hablando tonterías, como castigo imaginario para quienes, en ese momento, sentía que no me querían.
Una de esas tantas veces, bajo el silencio y mis fantasías, miré al cielo y creí ver, reflejado en las nubes, el rostro de la Virgen María. No sé si estaba dormido o con los ojos abiertos, pero en la lejanía observé aquella expresión de dulzura que disipó mi enojo y me llenó de inmensa alegría.
Guardé silencio sobre aquel acontecimiento, hasta que tiempo después se lo conté a mi madre.
—Escucha, hijo —me dijo con ternura—. Nada está oculto bajo el cielo. Dios, los ángeles y la Virgen María saben cuándo los hijos faltan a sus padres y desoyen su sabiduría.
🧩 Epílogo
La infancia es un santuario donde la imaginación cura lo que la realidad no puede. En ese espacio sagrado, aprendemos que la felicidad no depende de lo que se tiene, sino de lo que se siente. Y aunque el tiempo nos aleje de aquel jardín, las nubes siguen siendo testigos de nuestras emociones más puras. Porque en el corazón de un niño, la fantasía no es evasión: es revelación.
REALIDAD O FANTASÍA
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario